¿LITERATURA DEL TERCER
MUNDO?
(Publicado Revista Petróleo YV 40/2009)
Entra en una librería
abarrotada de títulos. Elige un ejemplar atraído por la cubierta: se trata de
un joven sentado con el codo izquierdo sobre la mesa. Aunque de perfil, toda su
atención radica en los trazos de la pluma que lleva en la mano derecha. Azul,
blanco, negro y el nombre del autor en ocre: Orhan Pamuk. El libro: Otros Colores.
Abre al azar y cae en la página
203. Arriba el número 42 cuyo título es: Mario
Vargas Llosa y la literatura del Tercer Mundo. No esconde el impacto. El
texto lo ha cautivado. Piensa en Borges, en la originalidad que vibra para
siempre. Como muchos, cree que debieron otorgarle el Premio Nobel. Una falta
irreparable.
Decide comprar Otros Colores porque Pamuk remata el
primer párrafo así: “Borges escribió sus cuentos y ensayos en la Argentina de los años
treinta, o sea, en un país del Tercer Mundo en su sentido más amplio, pero hoy
ocupan un lugar indiscutible en el mismísimo centro de la literatura
universal”.
Más abajo se detiene: “Con
todo, hay que admitir que existe una narrativa propia de esos países que
llamamos del Tercer Mundo”. ¿Será verdad? –se dice– ¿contamos entonces con dos literaturas
universales? Orhan Pamuk asegura que hay un centro de la literatura mundial y
que los autores nacidos en el Tercer Mundo, escriben sintiendo en sí mismos una
lejanía con dicho centro.
En otro anaquel consigue un
libro de J.M. Coetzee: Mecanismos
Internos. También lo abre al azar y cae en la página 275. “En El amor en los tiempos del cólera…
García Márquez entra en un terreno inquietante en el aspecto moral”. Coetzee lo
deja claro, se refiere a la relación entre el viejo Florentino Ariza y su
pupila América Vicuña, una jovencita de catorce años. “Florentino desnuda a la
chica pieza por pieza con engañifas de bebé: primero estos zapatitos para el
osito (…), después estos calzoncitos de flores para el conejito, y ahora un
besito en la cuquita rica de su papá”.
Recuerda que experimentó la
misma atracción enferma y con el mismo escozor, cuando leía por primera vez El amor en los tiempos del cólera. Sin
embargo, ahí, dentro de esa librería abarrotada de títulos, le llama la
atención que la menor se llame América y el viejo maestro amante Florentino.
Nunca había reparado en ello y quizá no tenga la menor importancia.
Mira la página 274. Arriba el
número 20 cuyo título es: Gabriel García
Márquez. Memoria de mis putas tristes. Coetzee advierte un paralelismo entre
estos dos libros, pese a los veinte años que separan sus publicaciones. Dice:
“… y dan a entender que quizá con Memoria
de mis putas tristes García Márquez haya querido dar otra oportunidad a la
historia artística y moralmente insatisfactoria de Florentino y América en El amor en los tiempos del cólera”.
Se cuestiona: ¿Pero qué es lo
que ha pasado en estos veinte años para que, supuestamente, García Márquez haya
querido dar otra oportunidad a aquella historia? Se percata del bucle que tiene
la pregunta.
Pasa la página y lee un pedazo
de cita de Memoria de mis putas tristes
que Coetzee ha insertado en su escrito: “Los senos recién nacidos parecían
todavía de niño varón pero se veían urgidos por una energía secreta a punto de
reventar (…)” Sabe que el protagonista de esta novela desea celebrar su
nonagésimo cumpleaños disfrutando el sexo con una nena virgen.
Insiste, pasa la página y lee
otro pedazo de cita de Memoria… que Coetzee
también ha insertado en su escrito: “(…) y toda ella resonó por dentro con un
arpegio y sus pezones se abrieron en flor sin tocarlos”.
Coetzee acaba por sugerir a
García Márquez que ponga atención a la historia del mercader en: Los cuentos de Canterbury de Chaucer. El
viejo “sentado en la cama con su gorro de dormir, con un temblor en la flácida
piel del cuello, y la joven esposa a su lado, consumida por la irritación y el
desagrado”.
Ya hace la cola para pagar Otros Colores. En la página 209 alcanza
a leer: “Vargas Llosa, que estudió en un colegio militar en Perú, siempre ha
descrito la vida castrense con gran habilidad y una enorme confianza: por
ejemplo, tanto al describir la competencia y las disputas entre jóvenes cadetes
en La ciudad y los perros como al
escribir sobre burocracia militar y el sexo en el ejército en Pantaleón y las visitadoras (…)”
Sale de la librería todavía
preguntándose: ¿Literatura del Tercer Mundo? Pero se dice: unos cantan a la
libertad y otros son esclavos de sus mentiras.
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